LA CALLE DE LA CABEZA
Según se dice, un clérigo fue decapitado por su
criado para robarle. Tras el crimen, el asesino huyó, pero
tiempo después volvió a Madrid. Solo que esta vez, no venía como criado sino
vestido de caballero.
En el mercado compró una cabeza de carnero para
cocinarla. Como chorreaba sangre, un vigilante le preguntó qué era lo que
llevaba bajo la capa. El hombre contestó que la cabeza de un carnero, pero cuando
fue a enseñarla lo que salió fue la cabeza de su antiguo amo. Aterrorizado,
confesó el asesinato y fue condenado a la horca.
EL ÁNGEL DEL CEMENTERIO
En la cúpula de la capilla del cementerio de la Almudena se puede ver
un ángel con una trompeta que popularmente es conocido como Fausto, el ángel exterminador. Cuenta la leyenda que, si pasas
cerca de la estatua y oyes el sonido de su instrumento, tu muerte está próxima. También se dice que este ángel será el encargado
de despertar a los difuntos enterrados en la Almudena el día del Juicio Final.
LA CUESTA DE LOS CIEGOS
Cuenta esta leyenda que en el siglo XIII, Francisco
de Asís pasó por Madrid camino de Santiago y encontró a dos ciegos
que pedían limosna en una cuesta que subía entre la actual calle Segovia y el jardín de Las Vistillas. El Santo
puso aceite en sus ojos y los dos hombres recuperaron la vista.
Al día siguiente, se reunieron más invidentes en el lugar para
que el aceite del Santo actuase en sus ojos y así esto se volvió una rutina
para el generoso Santo.
Tiempo después, dos pícaros quisieron lucrarse con
el aceite milagroso y se postraron en la cuesta. El Santo
les dio de su aceite milagroso, pero ellos, llenos de curiosidad, lo
untaron sobre sus propios ojos antes de venderlo; el
resultado fue que perdieron la vista. Desolados, pidieron
perdón al Santo que les dijo que recuperarían la vista cuando consiguieran un
trabajo honrado y, al cabo del tiempo, lógicamente el santo cumplió su palabra.
¿POR QUÉ SE LLAMA GATOS A LOS MADRILEÑOS?
Cuenta la leyenda que en siglo IX, durante la reconquista de Madrid que estaba en manos de los musulmanes, un valiente soldado trepó la fuerte muralla musulmana solo con la ayuda de una pequeña daga en cada mano. Cuando llegó arriba cambió la bandera árabe por la cristiana. Sus compañeros le imitaron trepando por la muralla de manera que parecían una manada de gatos trepando por la muralla. Después de la conquista todos los madrileños presumían de haber trepado como gatos por la muralla y por eso los habitantes de Madrid heredaron este apodo.